
Hace unos seis meses que me mudé a una casa recién reciclada. Desde el día que me la entregaron, una canilla gotea. La empresa constructora vino tres veces a arreglarla, y las tres quedó perdiendo igual o peor. Al final desistieron, y me convencieron que el problema era de la grifería y que había que reclamarlo a la garantía. Así se hizo y hoy me mandaron un sanitario a revisar.
La canilla quedó arreglada en 5 minutos.
- "Claro, sabiendo cómo instalarla fue mucho más fácil", le digo. A lo que me contesta
- "No, no, saber no, es solo cuestión de darse maña".
Otra vez, siguiendo la saga del
cantinero que sabe mejor que un vendedor de IT lo que es un cliente, el sanitario sabía mucho mejor que yo qué es lo que realmente resuelve problemas: Darse maña.
Hace 10 años, la clave para encarar un problema era saber. El conocimiento era escaso y fluia con dificultad. En mi primer trabajo de programación por ejemplo, estuve un mes leyendo el
Petzold de programación C++ en Windows antes de escribir la primer línea de código. Y la MSDN venía en CDs que había que pedir por correo! Ni que hablar que el contenido era pura y exclusivamente escrito por/a pedido de Microsoft y el concepto de comunidad no existía.

Hoy, hay tanto conocimiento disponible, que ironicamente uno nunca llega a saber nada. Es simplemente imposible acumular suficiente conocimiento como para "saber algo de alguna cosa". Por lo tanto, uno nunca llega a "estar preparado" para encarar un problema. Más bien, ante cada problema, elegimos qué información consumir, generamos el conocimiento necesario para resolver el problema, lo aplicamos y lo descartamos, para dejarle espacio al conocimiento necesario para resolver el próximo problema.
Hoy somos expertos en un tema, mañana en otro, y en ese viaje, el conocimiento no es el auto, sino la nafta.